La vida en la región cambió para siempre cuando, en octubre de 1492, Cristóbal Colón desembarcó en las costas de las Bahamas. También saltó de isla en isla y desarrolló el primer asentamiento europeo en la isla que hoy está dividida entre Haití y la República Dominicana. Colón y sus compañeros conquistadores reconocieron las riquezas de la región y vieron dinero cuando contemplaron los mares abundantes y la tierra fértil. Explotaron tanto los recursos naturales como a las poblaciones nativas, reclamando tierras como propias y esclavizando a los pueblos de Cuba, Puerto Rico, Jamaica, República Dominicana y otras islas.
Los ingleses siguieron su ejemplo en el siglo XVII, reclamando St. Kitts, Barbados, Antigua y otras tierras, y los franceses pronto lo siguieron, reclamando Guadalupe y Martinica. Los holandeses también querían un pedazo del Caribe, asentándose en San Martín, Saba y Sint Eustatius. Durante los dos siglos siguientes, los europeos lucharon por el control de las islas, y la posesión cambiaba de manos con frecuencia.
Las luchas internas coloniales entre las potencias europeas crearon una oportunidad para que los lugareños lucharan por su propia independencia. Haití abrió el camino, declarando la independencia de su colonizador en 1804, y le siguieron Cuba y la República Dominicana, junto con otras islas más pequeñas de la región. Algunas islas, como Puerto Rico y Guadalupe, aún mantienen fuertes relaciones neocoloniales con sus países de origen.
